Día 3. Cocinar.

Bife de cuadril con crema de mostaza y champignones

He cocinado muy poco en mi vida, como les comentaba ayer. Mi hermana, mi padre, mi tía en su momento, fueron los encargados que yo me alimentara a lo largo de todos estos años. No me enorgullece, claro, pero bueno, así fue como se dieron las cosas. Prefería estar haciendo otras cosas antes que cocinando. Casi cualquier cosa.

Por eso, aproveché esto de la dieta como un reto personal: para no joder a la gente con mis nuevas exigencias gastronómicas, iba a aprender por las buenas o por las malas como mierda se cocina. Al fin y al cabo, si los hombres de las cavernas aprendieron a cocer carne instintivamente, ¿cómo no iba a poder hacerlo yo si tengo el conocimiento de la Historia de la humanidad al alcance de la mano?

Desde que comencé el entrenamiento, he notado un ligero incremento en el hambre: tengo ganas de comer casi a cualquier hora.  Hoy empecé a manijar desde temprano para comer algo, y tenía ganas de experimentar para la hora del almuerzo algo que resultara sustancioso y rico: tomar unos bifes de cuadril y acompañarlos con crema de mostaza y champignones, sólo para darle un poco más de gusto. Como colación me preparé una ensalada de lechuga, tomate, huevo y atún, condimentada con jugo de limón. Y debo admitir que el resultado fue un golazo, y usé la idea de la crema para acompañar los fideos de la noche, para reemplazar la manteca y el queso.

Desayunando.

El proceso de cocinar, sin embargo, me resultó complicado: hoy por primera vez me di cuenta que no sabía hervir un huevo (gracias a @isaluini por el aguante vía whatsapp. Te adoro), ni preparar correctamente una ensalada. Pero bueno, se improvisa sobre la marcha. Salvo pequeños detalles, como olvidarme de colar el atún (ups!) y poner a cocinar primero la carne antes de tener el resto de las cosas preparadas, podría decir que el almuerzo fue bastante exitoso: por primera vez en mucho tiempo comí hasta sentirme verdaderamente saciado.

 Pero el almuerzo, por cuestiones de trabajo, es tarde, cerca de las tres de la tarde. Esto implica tirar desde las siete de la mañana en adelante con casi nada hasta esa hora. Y la verdad que no, ni en pedo. Así que los snacks de media mañana se hacen harto necesarios.

Por ahora he combinado yogur con cereales, jugo de naranja y fruta, preferentemente bananas y manzanas (los cítricos no se me dan bien), para «ir tirando». Tirando, porque esta mañana me sentía la encarnación de una hambruna ucraniana. Era toda la África subdesarrollada y desnutrida, mi estomago. No pensé que algo así me pasaría, jamás. Devoré el yogur, devoré las manzanas, bebí el jugo y hasta comí una barra de cereal para engañar la panza por un rato más.

En resumen, esto de cocinar me está copando, que sé yo. Habrá que ver que sale.

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